Osvaldo Pugliese:
Un Maestro en la escuela
“Defensor de sus compañeros músicos,
creador del primer sindicato de músicos,
supo de luchas pero el despertar de la Guerra Civil
Española
lo transformó
en un luchador inclaudicable
por la verdad y un mundo mejor”.
Lydia E. de Pugliese
Sabemos
que los hombres y mujeres de la
cultura que fueron perseguidos por razones políticas o por
pensar distinto al gobierno de turno, conformaron un gran número, hasta el
advenimiento de la democracia en 1983.
Como Gabino
Ezeiza, a quien los intolerantes quemaron su circo por ser leal al radicalismo
de Hipólito Yrigoyen, o como al peronista Hugo del Carril, y otros, Don Osvaldo
Pugliese (1905-1995) fue
encarcelado -más de 10 veces- o perseguido por todos y cada uno los gobiernos
(constitucionales o militares). Aquella intolerancia golpeaba a Pugliese, por estar afiliado al Partido Comunista desde 1936 y continuó
-sobre todo- por no abandonar sus ideales, lo que trajo aparejado consecutivos
encarcelamientos, censuras y prohibiciones hasta el año 1983.
Niñez en Villa Crespo
“Yo no me
quejo, tuve una infancia
muy de potrillo, llena de vida”
Osvaldo Pugliese
De niño lo
llamaban “Chicharrita” y lo
podríamos imaginar con su trompo, pateando la pelota en algún
potrero o junto a sus amigos pescando
mojarritas en el arroyo Maldonado, (1) o
trepado a los árboles. Y, como evocaría años después:
“Recuerdo que nosotros, los pibes, teníamos un medio de dialogar. No
dialogábamos sentados en el pasto, ni en los bancos, sino subidos a los
árboles. Y encima de los árboles armábamos el escándalo de año: jugábamos,
gritábamos ¡Qué sé yo! Y por eso me pusieron Chicharra”.
Y hablando de
su niñez nos regalará otra vivencia:
“Yo recuerdo que a veces la vieja le reprochaba (a mi padre):- “Mira,
decile algo a tu hijo, ¿no ves que viene todo embarrado, con las zapatillas
rotas?”.Mi padre, sin embargo, nos daba amplia libertad. Yo pienso ahora que
posiblemente esa amplia libertad que me dio el viejo haya sido uno de los
factores que me despertó el cariño por la música popular, por el tango, por la
canción campestre”.
Osvaldo
comenzó la escuela a los 6 años hasta terminar el 4to grado. A los 9 años
vendía diarios en Dorrego y Triunvirato, luego trabajó en una imprenta, una
peluquería y una joyería: “Yo siempre me
la rebusqué para ganarme el garbanzo”, diría.
La música era
su compañera en los ratos libres que le quedaban. Aparecía entre las
cuerdas que “rascaba” del violín que le había regalado su
tío Alejandro, hasta que una tarde,
cuando regresaba de su trabajo de
aprendiz en la imprenta, lo esperaba en su casa un piano. Era un obsequio de su
papá y el inicio de los estudios de música, esos que jamás abandonaría.
Ambos padres
eran argentinos y sus abuelos inmigrantes italianos:
“Mi vieja – cuenta Don Osvaldo-
se llamaba Aurelia Terragno y mi viejo Adolfo Pugliese (…) Nosotros, los cuatro
varones de la casa fuimos todos músicos: Mi papá, la flauta, mi hermano mayor,
Vicente Salvador, violín; y Alberto, el segundo, también violín, y yo también que lo tocaba de oído
primero el violín y después me enchufaron el piano”.
Refiriéndose al contexto de su infancia, se
ha escrito que “se da en un marco de ostensible
diferencia entre ricos muy ricos y pobres muy pobres, en una ciudad que contaba
con edificios fastuosos, con subterráneos y esto seguramente será lo que verá
el niño Osvaldo Pugliese, esta desigualdad social que se acrecienta con la
guerra y que lo llevará a tomar “un postura ética”, lo llevará a tomar un
compromiso político (…) mientras la Argentina era la sexta reserva de oro del mundo en el año 1914, ese mismo año, la
Municipalidad de la ciudad de Buenos Aires, tenía que habilitar ollas populares
para que la gente, previa inscripción en un registro, casi en un infame
registro, recibiera su plato de sopa caliente o de puchero…” (2)
A fines de 1918, se produce un grave conflicto en los
talleres metalúrgicos Vasena, del barrio de
Nueva Pompeya lo que daría origen a “La
Semana Trágica”. La empresa en crisis resuelve la situación bajando los
sueldos de los trabajadores quienes se declaran en huelga. El 4 de enero de
1919 hay una represión donde resulta muerto un oficial de policía. La
represalia no se hizo esperar pues el 7 de enero son cuatro los obreros muertos
y más de 30 heridos algunos de los cuales resultaron muertos con el transcurrir
del tiempo. La “Liga Patriótica”, presidida por Manuel Carlés, actúa junto a la
policía como grupo parapolicial y va a generar fuertes enfrentamientos que
dieron como resultado alrededor de 750 muertos y 4000 heridos. Para la “Liga
patriótica”, las huelgas eran producto de los subversivos dirigidos por
comunistas judíos, por ello fueron a los barrios donde se hallaba asentada la
colectividad judía como el barrio de Villa Crespo, donde Osvaldo Pugliese fue
testigo con sus 12 años de edad.
“Un trabajador de la música”
Don Osvaldo
Pugliese decía de sí mismo que era “un
trabajador de la música”. Claro que lo era -y de los más grandes que
tuvimos- pero Pugliese fue también un
comprometido social que supo defender el derecho al trabajo: el suyo, el de los
miembros de su amada orquesta y solidario con todos los trabajadores.
Oscar del
Priore refiere a Pugliese y comenta: “las
exigencias patronales eran entonces abusivas. En el cabaret Royal Pigall (en
el año 1929) se les daba de comer a los
músicos pero se llegó a esto para que ellos no salieran y se quedaran toda la
noche, incluso hasta horas muy avanzadas. La limitación horaria fue una de las
conquistas que años después logró el Sindicato de Músicos con las participación
decidida de Osvaldo”. A partir del golpe de 1930 -encabezado por Félix
Uriburu- todo se agravaría para la mayoría de los argentinos y nuestros músicos
no serian la excepción.
“Todos tenemos la misma oportunidad”
Con los miembros de su orquesta, formada en
1939, Don Osvaldo compartía todo y jamás
les impuso idea política alguna, respetando a rajatabla la libertad de
pensamiento. Oscar del Priore cita a Pugliese“…Todos participamos y todos ponemos nuestro grano de arena, tanto sea
en el arreglo, tanto sea en la interpretación, en fin, en todo lo concerniente
a preparar una obra. Muchas veces una obra sale por sí misma de un solo
arreglador, pero en mayor porcentaje siempre es fruto de la colaboración. Ese
aspecto colectivo tiene mucha importancia en el desarrollo futuro de una
orquesta. En esta orquesta, todo el mundo opina y siempre son aceptadas
colectivamente las opiniones que consideramos positivas. Este es un método de
trabajo que mantenemos porque para nosotros resulta una cosa muy concreta desde
el punto de vista de la realización. Internamente, todos tenemos la misma
oportunidad, todos, desde arriba hacia abajo, desde el que tiene la
responsabilidad de la orquesta, hasta el último compañero que ha llegado, tanto
sea en la discusión sobre los temas de interpretación, y demás, como también en
la concurrencia de sus obras dentro del repertorio.”
De acuerdo con
los principios de Pugliese, escribe Arturo Marcos Lozza: “los integrantes son partes de una cooperativa: el dinero que se
recibe por las actuaciones se divide en porcentuales equitativos, que van de
acuerdo con la responsabilidad de cada uno.” Y más adelante agrega: “El maestro Osvaldo Pugliese cuida a su
orquesta como a una hija mimada. Lucha para no dejarla sin sustento, sin
“laburo”. En los años más duros de la represión, cuando los gobiernos lo
censuraban, no lo dejaban ingresar a los estudios de la televisión y le
impedían el acceso a los clubs y a la radio, él iba a pelear hasta a los mismos
despachos oficiales. El trabajo para sus muchachos era como algo sagrado”.
Y tenía que
pelear cada actuación:
“Y tengo mil anécdotas - dice
Osvaldo- Una vez en el Club Buenos Aires, de Gaona y San Martín, llegó la
policía y tuvimos que salir rajando saltando por la ventanita del baño de
atrás. Pero en fin, la solidaridad, el fervor de la gente, la flor roja -una
rosa o un clavel- no faltaban nunca en el piano cuando yo estaba preso o
perseguido.”
Pugliese
cuenta en una jugosa anécdota que en
una ocasión debían actuar en radio Splendid para luego debutar en “La Armonía”,
de Corrientes y Paraná. Cuando terminaron de tocar en la radio, los siguió una
montón de gente.
“-¡Dios me libre!-, tanta gente era absolutamente inusual. Llegamos a
“La Armonía” y también allí había un gentío enorme. Había gente adentro y gente
afuera: cortaron el tráfico. Y al entrar me encuentro en el mostrador con una
hilera de inspectores municipales. Se me acercó uno de los dueños y me
advirtió:
-Vea don Osvaldo, me parece que no
va a poder actuar, están los inspectores y quieren detener el espectáculo.
Yo ya me
imaginaba que algo iban a hacer para impedir mi laburo. Pero a mi lado tenía a
esa multitud. Me presenté ante esos diez
o doce inspectores que estaban chupando y les dije:
- Cualquier amague que
hagan para impedir que la orquesta toque, yo voy al micrófono e invito
cordialmente a que los echen y los casquen. ¡Ténganlo presente!”
Los
inspectores no tuvieron otra alternativa que retirarse: “Para mí aquella actuación, era un agradecimiento que yo debía dar a
esa gente, no podía fallarle”.
“Gracias por saber perdonar”
En el primer y
segundo gobierno de Perón (1946-1955), también padeció parte de la persecución, sin embargo, Pugliese cuenta que
eran los mismos peronistas (trabajadores seguidores de su orquesta) quienes
silbaban a la policía porque “que no la iban con eso de impedirnos el
laburo”. Otras veces debía concurrir a la Casa Rosada para poder trabajar.
Por otra parte la orquesta de Pugliese “fue justo en esa época de mayor consumo
popular, de mayor estabilidad en los ingresos, no porque no hubiera inflación,
sino porque de alguna manera eran dos o tres veces lo que se podía necesitar
para vivir, entonces había para la diversión y había para los clubes de barrio
y la orquesta de él era exactamente para eso…(…) en aquel tiempo valía la pena
entregarse a trabajar en una orquesta, valía la pena dejar de hacer toda otra
cosa, fundamentalmente porque había
trabajo, porque había retribución, pero además había una satisfacción
artística, ser compositor, trabajar todos los días, tener la retribución que
corresponde al entusiasmo que se pone y cuando el artista tiene verdaderamente
esas condiciones, encuentra el caldo de cultivo para desarrollarse” (3)
El gobierno
militar del 1955 lo puso preso nuevamente en un barco llamado “Paris”,
cumpliendo la llamada “Operación
Cardenal” llevada a cabo en 1956. Cuenta Pugliese que “en el barco “Paris”, había un piano luego de los momentos especiales
empecé a deleitarme tocando en las tardecitas a los muchachos encanados. Y un
día nos enteramos que la intención criminal del gobierno era hundir al barco.
Al menos, así nos llegó la versión a los presos. En aquel momento no toqué
tangos toqué el himno nacional. Al poco tiempo salimos en libertad (…) Sin
embargo esta aventura no terminó ahí en lo que a mí respecta, porque muchos
años después, fuimos con la orquesta a tocar a Punta Alta y, cuando me dirigía
al escenario, me encuentro con un muchacho que me estaba aguardando, me abrazo
y me dijo:
-“¿No se acuerda de mi?”.
-Yo ¡Que me voy a acordar!”
El estaba llorando y comenzó a indicarme: “Yo era uno de esos
marineritos, maestro, que lo apuntaban con la metralleta en el barco “Paris”, a
nosotros nos habían dicho que ustedes se habían amotinado, que querían derrocar
al gobierno. Yo le vengo a pedir disculpas, maestro”. Y yo lo perdoné… ¿qué iba
a hacerle?”.
En 1973, con el regreso del peronismo al gobierno, se
realizaron los festejos populares en la Plaza de la República , junto al Obelisco. Para sorpresa de
Pugliese fue invitado con su orquesta a tocar. Don Osvaldo dudó en un principio
ya que él había sido víctima de persecuciones en los anteriores gobiernos de
Perón. Sin embargo decidió participar porque entendió que la fiesta era
de auténtico regocijo para nuestro pueblo. Luego, el presidente Perón, invitó a
todos los artistas que habían actuado. Cuenta Pugliese: “Fui, la recepción se hacía en la residencia presidencial de Olivos.
Perón me saludó efusivamente. Ni López Rega ni Isabelita, que estaban a mi
lado, me dirigieron la palabra. En cambio, en el momento del saludo, Perón me
dijo: “Gracias por saber perdonar”. Y quiero resaltar que mientras el general
Perón estuvo vivo, no volví a tener impedimentos”.
Dos años antes
de su muerte decía Pugliese: “Siempre dije que meter presa a una persona
por diferencias ideológicas es la estupidez más grande que se puede cometer.
Primero porque es increíble que a un
hombre se lo prive de su libertad por el simple hecho de pensar de otra manera.
Y segundo, porque las ideas son lo más valioso que tiene un ser humano y no se
pueden frenar ni cambiar por poner a ese ser humano detrás de las rejas, ni
expulsándolo del país, ni torturándolo o mandándolo a la isla Martín García.”
Así como su
música y sus arreglos orquestales le dieron un lugar en la historia del tango,
también su culto a la palabra brindada, su alta disposición a la entrega y su
integridad le otorgaron un prestigio que trascendió los escenarios de nuestra
música popular “…lo fundamental -diría
Pugliese- son las condiciones donde se
desenvuelve el profesional, su vida personal, social, artística. Y esas
condiciones mejores tendrán que darse cuando conquistemos un gobierno
verdaderamente democrático y popular. Porque económicamente el hombre de
trabajo estará en mejores condiciones para vivir y para crear. En general, no
puede crear un músico que se muere de hambre o que anda con su violín bajo el
brazo de un lado a otro para ganarse unos mangos. Son entonces las condiciones
sociales y económicas las que van a abrir las puertas de la creación y del
surgimiento de nuevas formas, de formas que expresen sentimientos más
humanos...”
No, pará, ¡esperate un cacho!
Cierta vez, a
comienzos del período democrático
iniciado 1983, don Osvaldo se encontró con un viejito que se quejaba de su
pobre jubilación. Pugliese le dijo que su problema no lo iba a solucionar
llorando, sino trabajando y luchando contra “los
que nos roban, contra los sinvergüenzas y los que nos han entregado”. El
jubilado no interpretó bien al maestro Pugliese y le dijo: “Si don Osvaldo, aquí se necesita un gobierno fuerte”. Pugliese con
gran experiencia en gobiernos “fuertes”,
le respondió: “No, pará,
esperate un cacho, ¿qué gobierno fuerte?, aquí necesitamos un gobierno
democrático. A esta democracia hay que defenderla hasta la muerte para seguir
avanzando hacia una democracia más amplia, con un régimen económico a favor del
pueblo.”
“Chicharrita”, era el niño de
Villa Crespo que con sus chistidos avisaba desde la copa de un árbol a sus
amigos que era el momento del diálogo.
Don Osvaldo
Pugliese fue un extraordinario músico y un ciudadano que hizo su aportación voluntaria ante las
exigencias éticas del tiempo que le tocó vivir y dio respuesta a la realidad de su época, tomando decisiones
y acciones para una vida más justa y más digna, pensando en los más débiles y sintiéndose unido a sus
semejantes por medio de la cooperación y la solidaridad, aún a costa de su
libertad.
Este Maestro
-como tantos otros- nos es necesario en
las aulas argentinas, como ejemplo -para las futuras generaciones, de valores
tan caros a nuestra identidad como la defensa a la cultura del trabajo, el
pluralismo ideológico, la honestidad y la participación social. Lo que se dice:
un actor social de su época.
Graciela Pesce
Daniel Yarmolinski
Ref:
(1) Hoy la
Av.Juan B. Justo, donde viborea el metrobús.
(2) N.Etchegaray,
A.Molinari, R.Martinez, Don Osvaldo
(tango para piano y sociedad).Foro Argentino de Cultura Urbana (2005)
(3) (2)
N.Etchegaray, A.Molinari, R.Martinez, Don
Osvaldo (tango para piano y sociedad).Foro Argentino de Cultura Urbana
(2005) pág 64 y 82
Bibliografía Consultada
Lozza,
Arturo Marcos, “Osvaldo Pugliese al
Colón”. Edit Cartago, 1985
Oliveri,
Marcelo Héctor, “Osvaldo Pugliese (¿Idolo
de los quemados?)” Academia Porteña del Lunfardo, Bs As, 2005.
N.Etchegaray,
A.Molinari, R.Martinez, Don Osvaldo
(tango para piano y sociedad).Foro Argentino de Cultura Urbana (2005)
del Priore,
Oscar, “Osvaldo Pugliese – Una vida en
el Tango” Edit. Losada 2008. Bs As.