martes, 19 de febrero de 2008

Gardel y un abrazo para el alma

Abuelo y nieto salieron a pasear. Ambos tenían unas ganas grandes de caminar y conversar. Se debían una salida. Y cumplieron.
Aquella tarde de otoño y sol, abrazados como era su costumbre, llegaron por la calle Corrientes hasta la estación del subte B Leandro N. Alem...

- Esteban ¿sabías que cuando estaban construyendo esta estación de subte encontraron restos fósiles de mastodontes, aquí en plena Corrientes?...
- Fáaaa, ¡mastodontes! Abuelo. ¿Ésos que eran parecidos a los elefantes, con pelos largos y cuernos más largos?
-Sí - dijo el abuelo subiendo el cierre de su campera.


Caminaban serenos cuando una ráfaga de viento invitó a un abrazo más estrecho.

- ¿Y como fue eso que tu viejo te contó del año 1929? Y te digo que me acuerdo del año por “los ñoquis del 29”, abuelo – aclaró Esteban con un guiño cómplice.

-
¡Ah sí! Te cuento: En aquel año era presidente Hipólito Yrigoyen. Los diarios hablaban de los primeros colectivos. Los barrios crecían y se multiplicaban caprichosamente en Buenos Aires. Entonces el tango hacía furor. Y había una casa comercial - la Max Glücksmann- que era todo un símbolo de la industria fonográfica y del cine en nuestro país.
-¿Max cuánto abuelo?
-Max Glücksmann, así se llamaba el dueño, que a principios del siglo XX comenzó haciendo “delivery” de cilindros de fonógrafos a bordo de un triciclo de repartos. Transcurrió el tiempo y su empresa -que contaba con varias sucursales en el interior y en Sudamérica- entonces organizaba concursos de tangos nuevos. Los premios que ofrecía la Casa Max Glücksmann eran excelentes y por eso en aquel sexto certamen se presentaron cuatro mil obras que vibraban y prometían resonar en las manos del jurado, como ahora hacen los celulares, je, je... que los tenés que atender o...
- Entendí abuelo...
-¿Y sabés quien era parte integrante de ese jurado? El ya entonces célebre y amado Carlitos Gardel.
-¿Mucha plata en juego, abuelo?
preguntó Esteban
- Si, pero también había prestigio y honra en juego; por eso intervenían músicos y letristas de renombre. Mirá, después de las preselecciones -continuó el abuelo- si mal no recuerdo, quedaron cuatro tangos para un final emocionante: “El barbijo”, “Misa de Once”, “Prisionero” y “Margaritas”.

Hizo una pausa y continuó:

-
El procedimiento para saber quién ganaba el concurso me parece interesante rescatar: El propio Carlitos Gardel debía grabar los temas en discos de pasta exclusivamente para el jurado. Fijate que eso, solamente, pasaba a ser un premio para llevar por siempre en el alma... Bueno, lo cierto es que al final, una tardecita de enero, el jurado, después de escuchar los discos le otorgó el Gran Premio de Honor al tango “Margaritas”. Ahora faltaba notificar al autor y al compositor.

El frío arreciaba y ambos –abuelo y nieto- apuraron el paso graciosamente sincronizado hasta que se detuvieron bruscamente en un bar, “el mejor del mundo”, pensaron cuando sus ojos divisaron unas medialunotas brillantes y... -¡A tomar la leche!. Dijeron a dúo.

Después de observar el ritual del mozo sirviendo en cada taza, Esteban comenzó a juguetear con el paquetito de azúcar y antes de verterlo en el humeante café con leche, preguntó:

- ¿
Y como siguió la historia abuelo?
- Bueno, se puso interesante la historia porque Gardel conocía al letrista del tango ganador: Gabino Coria Peñaloza ( poeta cuyano, descendiente del caudillo Vicente “Chacho” Peñaloza) pero, del autor de la música sólo sabía el apellido: Moreno González. Gardel -creador de pura cepa- tenía curiosidad por conocer a ese otro creador, destacado entre miles de participantes y quiso darle la gran noticia en persona. Así lo hizo...
¿Podés imaginar -hoy-, a una afamadísima estrella del espectáculo, a un indiscutido creador en el arte de nuestro pueblo llevando -casi anónimamente- semejante noticia de forma personal? preguntó el abuelo.


- Sí abuelo, con movileros de radio y TV. en directo...

Tras un breve silencio, no sin antes comer el más rico pedacito de medialuna, el último, prosiguió:

-Cuando Carlitos Gardel llegó hasta la casa de Moreno González, tocó el timbre y salió un chico con muletas, de no más de quince años. Gardel le pidió hablar con su papá, a lo que el muchacho respondió:

-
Mi padre está en el Brasil; es el embajador del Paraguay en Río. Si usted quiere dejar algo dicho, yo puedo escribirle.

Mientras el jovencito hablaba, Gardel se conmovió al ver que le faltaban las piernas.

-Quiero que le digas que su canción “Margaritas”, obtuvo el gran Premio de Honor.

-¿Y qué hizo el pibe cuando lo vio?
-Se quedó petrificado. Porque por un lado él conocía esa cara, le era familiar, la había visto una y mil veces en fotos de revistas, sin darse cuenta que era el mismísimo Carlitos Gardel, el morocho del abasto. Así que confundido, contestó un poco balbulceante:

-Mi padre no hace canciones, es diplomático y es historiador.
-Pero entonces
–preguntó Gardel algo ansioso
-¿Quién hace tangos en esta casa?.

Juan Carlos, con voz temblorosa, le dijo:

-Yo señor soy el que hizo la música de “Margaritas”.

Por unos instantes Gardel pareció enmudecer. Una tropilla de potros criollos habitó su corazón y cuando pudo volver a recomponerse, le encajó un abrazo tan pleno y lleno de magia -que en el tiempo que duró- ambos se reconocieron y supieron del otro. Juan Carlos, supo quién era el de las fotografías que habían desbordado su cabeza unos segundos antes y Gardel, por su parte, supo -allí mismo- del tren que había dejado sin piernas a Juan Carlos Moreno González, creador, nacido en el Paraguay, que solo contaba con quince años.

El tango “Margaritas” recibió de premio mil quinientos pesos en efectivo. Fue un éxito y tuvo varias versiones, y toda vez que el zorzal criollo lo interpretaba, de sus ojos negros brotaba un lagrimón como evocando ese gran abrazo entre creadores y aquella sorpresa fuerte que les había dado la vida.

Cuando salieron del bar hacia la calle Florida, la peatonal, Esteban comentó:


-¡Cuántos turistas! Parece que estuviéramos en otro país, sino fuera por el tango que se escucha.
-¿Y la historia “del 29” te pareció de otro país?
-¿Que decís abuelo con tanto tango?
-Como toda la historia del tango, esta historia que te conté también fue protagonizada por inmigrantes: Max Glücksmann, era austríaco y Juan Carlos Moreno González, paraguayo ...
¿Y Gardel?
Apuró Esteban.
-Bueno,... ¿Gardel? ¡Gardel es un argentino nacido en Toulouse!.

El abuelo guiñó un ojo al cielo que lucía celeste y blanco, abrazó más fuerte a Esteban y juntos, muy juntos rumbearon para casa.


Daniel Yarmolinski - Graciela Pesce


Dibujo: Pablo Ferreyra
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